
Toda la ambientación me la estoy inventando, pero en lo que seguro que no me equivoco es en la sonrisa que a Pepe, el padre del Capitán, le saldría en la cara y el rato que se llevaría leyendo la carta que acompañaba al tesoro (mientras lo miraba de reojo), sentado en una silla del salón.
Ya que estoy escribiendo esto yo, diré que hay mucho de la bondad del Capitán en Pepe, o viceversa. Todo esto no está pasando de manera fortuita ni por causa únicamente de la suerte, ya que Pepe ha trabajado mucho para conseguirlo y para mantenerlo, pues si sigue en auge es gracias a los bolos y las visitas a los colegios... pero sí diremos que tiene un toquecito especial. Un halo un tanto mágico o fantástico, con una pizquita de ilusión e incluso de ingenuidad, que persigue al Capitán Nadie en todas sus hazañas y que con cosas como ésta, creo que también persigue a Pepe en su aventura literaria.
Pero no quiero dejar de resaltar el formidable "trabajo" (lo entrecomillo porque él lo haría) que Pepe hace con este libro y con su secuela. La verdadera clave del éxito, de esta quinta edición, es que la historia gusta a los niños (y a los no tan niños), además, pueden conocer en persona a su creador y preguntarle casi interrogándole por las aventuras que vendrán. El libro funciona, el autor funciona, por eso repiten y repiten.
¡¡Enhorabuena Pepe!!